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La Magia en la escritura
El poder de las segundas oportunidades
Lic. Cecilia Estefanía Ceja Pinto Para quienes me leen con frecuencia, saben
que correr me hace muy feliz, me impulsa y ha
cambiado mi vida. Sin embargo, además del
esfuerzo físico y la fortaleza mental, hay un
aspecto del que se habla poco: la paciencia.
Muchas personas comienzan a correr por
distintos motivos: bajar de peso, superar una
crisis personal, por moda o simple curiosidad.
Pero lo que realmente nos mantiene en este
camino es el hábito y el deseo de mejorar.
Es fácil quedar atrapado en la emoción de romper nuevas marcas
personales. Eso me pasó a mí. Me gustó tanto que quise mejorar mis
tiempos, y aunque tenía todo para lograrlo, el cuerpo me enseñó otra
lección importante: a veces, no se trata solo de correr más rápido, sino de
aprender a escucharme.
Desde 2023 he lidiado con lesiones, algo que me ha frustrado y
entristecido. Me he preguntado muchas veces: ¿Por qué a mí? ¿Qué estoy
haciendo mal? En diciembre pasado, pasé semanas con el miedo de
haberme fracturado otra vez. Me hice dos radiografías en un mes,
exámenes para descartar osteoporosis, análisis de sangre… todo para
entender qué estaba pasando con mi cuerpo.
Aprender a tener paciencia
Lidiar con la frustración de no poder correr como quería no fue fácil. Me
ayudó mucho rodearme de personas que realmente me entendían, por
ejemplo Dani, mi entrenadora y amiga que estaba al pendiente de mí y que
se preocupaba por cómo me sentía. Aunque me costaba hablar de
emociones difíciles, el simple hecho de saber que había alguien ahí para
escucharme me hacía sentir acompañada.
Hubo momentos en los que pensé en rendirme. Me pregunté si debía
cambiar de deporte, si tal vez correr ya no era para mí. ¿Será que el universo
me está mandando demasiadas señales?