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• ¿Qué lugar te gustaría conocer?
• ¿Cuál es tu trabajo soñado?
• ¿Cómo se vería tu día ideal?
• ¿Qué rutina tendrías?
• ¿Cómo es la casa en la que te gustaría vivir?
• ¿Qué hábito te gustaría desarrollar?
• ¿Qué logro te haría sentir más orgulloso/a de ti mismo/a?
A veces, nuestras metas están más cerca de lo que pensamos, pero no las hemos
definido con claridad. Lo primero es visualizar lo que realmente queremos y después
convertirlo en un objetivo concreto.
De la visión a la acción
Tener una idea clara de lo que queremos es solo el primer paso. Lo siguiente es
definir un plan que nos ayude a convertir ese sueño en realidad. Aquí entra en juego
la importancia de establecer metas SMART:
• Específica: ¿Qué exactamente quieres lograr?
• Medible: ¿Cómo sabrás que lo estás logrando?
• Alcanzable: ¿Es realista con los recursos y el tiempo que tienes?
• Relevante: ¿Por qué es importante para ti?
• Temporal: ¿En cuánto tiempo quieres lograrlo?
Por ejemplo, una meta puede pasar de ser “Quiero dar una charla inspiradora” a
“Voy a preparar y dar una charla TEDx en los próximos 6 meses sobre cómo correr
cambió mi vida, compartiendo mi experiencia y consejos para liberar el potencial a
través del running”.
Este es precisamente mi caso. Hace un tiempo, visualicé mi sueño de dar una charla
TEDx. Me emocionaba la idea de compartir mi historia, pero también me asustaba. Sin
embargo, en lugar de dejar que el miedo me frenara, decidí convertirlo en una meta
concreta.