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Establece una rutina de estudio: Dedica un tiempo específico cada día
para estudiar, aunque sólo sean 15 minutos. La consistencia es más
importante que la duración y te ayudará a crear el hábito de aprender.
Usa técnicas de organización: Métodos como el time blocking o la
técnica Pomodoro te ayudarán a mantener el enfoque y aprovechar al
máximo el tiempo de estudio. Dividir las tareas en bloques más
pequeños hace que el aprendizaje sea menos abrumador.
Aplica lo aprendido: Busca maneras de poner en práctica lo que
estudias. Esto refuerza el conocimiento y lo convierte en algo tangible.
Socialización
La disciplina también juega un papel crucial en la socialización. Ser
disciplinado en nuestras interacciones sociales implica mantener relaciones
saludables, respetuosas y consistentes. Desde mi espacio, he aprendido que
aquellos que son constantes en su apoyo, presencia y escucha activa,
construyen lazos más fuertes y duraderos. La inteligencia social, aunque
importante, no es suficiente sin la disciplina para cultivar y mantener esas
relaciones con esfuerzo y dedicación. Si deseas integrar la disciplina a tu
ser social, podrías empezar por hacer lo siguiente:
Practica la escucha activa: Esfuérzate por estar presente en las
conversaciones, mostrando interés genuino por lo que la otra persona
dice. Esto fortalece las relaciones y mejora tu capacidad para
conectarte con los demás.
Mantén el contacto regularmente: No dejes que las relaciones se
enfríen. Establece recordatorios para ponerte en contacto con amigos,
familiares o colegas. Un mensaje, una llamada o un encuentro ocasional
pueden hacer una gran diferencia.
Sé intencional en tus relaciones: Rodéate de personas que te inspiren y
apoyen en tu crecimiento personal y profesional. La disciplina en escoger
con quién pasas tu tiempo es clave para una vida social saludable.