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El resultado: atención fragmentada, fatiga mental y menor
productividad.
La neurociencia muestra que recuperar el enfoque requiere “dieta
digital”: pausas conscientes sin pantallas, entornos tranquilos y
momentos de silencio que permitan al cerebro restaurar su equilibrio.
2.El estrés constante reprograma nuestro cerebro
Vivimos en modo “alerta permanente”. La amígdala, centro del miedo
y la vigilancia, se hiperactiva con el bombardeo de información
negativa y demandas constantes.
Esto reduce la actividad del corte prefrontal, el área encargada de
la toma de decisiones racionales.
La solución está en cultivar espacios de calma mental. La respiración
profunda, el mindfulness o caminar sin dispositivos reactivan el
sistema parasimpático, devolviendo al cerebro su capacidad de pensar
con claridad.
3.La desconexión emocional y la pérdida de sentido
En la carrera por ser más productivos y eficientes, olvidamos
nuestra necesidad más humana: sentir conexión y propósito.
El cerebro necesita oxitocina y serotonina, los químicos del bienestar,
generados por relaciones auténticas, empatía y gratitud.
Recuperar la felicidad no depende de tener más, sino de sentir más:
escuchar, compartir, servir y encontrar significado en lo que hacemos
cada día.
Conclusión: el verdadero progreso empieza en el cerebro
La tecnología puede mejorar nuestras vidas, pero sin conciencia,
puede esclavizarnos.
El futuro no se trata solo de inteligencia artificial, sino de inteligencia
emocional y neuroconciencia.
El progreso auténtico ocurre cuando usamos la ciencia del cerebro no
para correr más rápido, sino para vivir más conscientes, plenos y
humanos.

